Suena un poco raro que yo, que durante los dos años que lleva este blog al aire, siempre he defendido la tecnología y he hablado de la importancia de las herramientas que tenemos en red, esté hoy escribiendo un post que invite a desconectarnos, casi del todo.

Y no es la primera vez que lo hago, hace un par de meses compartí la campaña de Durex que invitaba a desconectarse durante la hora de la tierra el 30 de marzo. Y es que cada vez se vuelve más necesario, recordarnos que la tecnología no lo es todo.

Recuerdo que hace un par de semanas vi (y compartí) la noticia sobre una nueva reglamentación en Francia, en donde se le prohibía a los empleados responder correos laborales después de las 6 de la tarde. Hace mucho no encontraba una ley tan perfecta en el mundo.

Y no es gratuito esto que estoy escribiendo hoy, cada día se vuelve más necesario ponerle limites a la tecnología. Y si, acepto que soy de las que no puede vivir sin teléfono y que un «batería baja» es algo similar al apocalipsis, pero también confieso que cada vez veo más reducida mi vida por el sin fin de dispositivos que me rodean.

Un correo, un tuit que parecen no poder esperar por una respuesta, la necesidad de subir una foto, de compartir donde estoy, de decirle al mundo que estoy feliz, termina convirtiéndose en una esclavitud. Y cada vez el cansancio se siente más.

No digo que la tecnología sea algo malo, o que voy a salir corriendo de acá a comprar una cabaña en medio del bosque para alejarme del monstruo que hemos construido. No, sólo creo que es hora de ponerle límite a la conexión, sacarle el mayor provecho, pero recordar, que hay un mundo más allá de la pantalla.

Hoy, les recomiendo este vídeo que se ha empezado a viralizar en la red y que tiene un mensaje muy claro ¿Cuántas cosas nos perdemos por tener la mirada fija en la pantalla?

La tecnología es una maravilla, pero debemos ponerle límites.