¡Volví! Dos años después… El tiempo pasó y pensé que tal vez nunca regresaría por acá; pero acá voy de nuevo, a hacer lo que me gusta, contarles un poco de mi vida por los escenarios digitales, de mi navegación por el mundo de las marcas, del mercadeo y de la comunicación
¿Qué pasó conmigo durante estos 2 años de ausencia? No sé muy bien. Tampoco sé por qué me fui o por qué dejé de escribir, en esa y en todas las plataformas. Durante este tiempo me sumergí en mi trabajo y en mi maestría, en una rutina que, aunque sumamente gratificante, estaba haciendo que perdiera mi voz y solo lo vine descubrir (o mejor dicho, a entender, ayer).
Las grandes revelaciones de la vida, o por lo menos aquellas que te hacen reconectar con lo que eres, no son grandes hitos universales, ni se dan solo en luna llena, eclipses o fenómenos estelares extraordinarios; muchas veces ocurren sin pensarlo, en un día gris de esos que no pintan con cara de nada, en una invitación a almorzar que solo parecía un reencuentro para chismosear con un amigo que hace mucho no ves.
Un almuerzo, que debo confesar, iba a cancelar. Tenía el ánimo bajito y toneladas de trabajo que me invitaban a bajar y comerme un sandwich rápido y seguir sumergida en la cadena de correos que invadían mi bandeja de entrar. Cuando mi amigo me escribió para confirmar, estuve a punto de escribir un «Me vas a matar… Estoy full de trabajo y no me va a dar para volarme», pero afortunadamente me arrepentí y le contesté «Firme. Nos vemos a las 12:30».
Toda esta introducción para decirles que no creo en las casualidades, llamenlo como quieran, pero yo creo que las cosas pasan cuando tienen que pasar y siempre con una razón. El caso, es que la conversación de ese almuerzo que estuve a punto de cancelar, me hizo darme cuenta de algo muy importante: había dejado opacar mi voz. O tal vez la había opacado yo misma.
En un mundo en el que tanta gente habla de marketing, de redes sociales, de branding y de comunicación, había empezado a sentir que no tenía nada que decir, que era una bobada, que tampoco era tan tesa y que a fin de cuentas «no tenía tiempo» (siempre le echamos la culpa al tiempo).
Había dejado de darme cuenta que en charlas como el almuerzo de ayer y muchos otros encuentros con mis amigos, la conversación giraba a temas que me apasionaban y sobre los que podía construir un punto de vista particular, había dejado de notar los ojos atentos y los oídos dispuestos a debatir algún tema. Me había dejado de escuchar con asombro.
¿Nunca les ha pasado que se escuchan hablar y ustedes mismos se sorprenden?
Es una sensación bonita, de esas que te hacen creer en lo que estás diciendo y sobre todo, en lo que puedes hacer cuando no te estás presionando tanto. Ayer me di cuenta, que había dejado de escucharme y que por ende, pensaba que ya no tenía nada para decir.
Esta es la razón por la que vuelvo a este proyecto que hace unos años me hizo tan feliz, este tal vez no será uno de esos blogs que visitamos buscando la verdad sobre el futuro, o un sitio 100% actualizado en las últimas tendencias, tampoco será un blog repleto de recursos y herramientas de esas que nos salvan la vida; para eso ya hay mucha gente que lo hace muy bien.
Con este regreso no haré promesas de un post semanal (como en otros momentos, en los que terminé incumpliendo), tampoco me obligaré a la escritura planeada y meticulosa; ni pienso volverme loca mirando las estadísticas y los comentarios.
Vuelvo a este espacio para contar lo que pienso de muchas cosas de las que pasan en nuestro mundo, para compartir sobre campañas bonitas que me encuentro navegando por ahí, a dejarles mis reflexiones, a contarles cuál es mi punto de vista sobre x o y cosa. Vuelvo para disfrutarlo
Bienvenidos los que quieran compartir, los nuevos y los que nunca se fueron
La foto de esta entrada es de Benjamin Voros y la saqué de unsplash (para mi el mejor banco de imagenes gratuitas del mundo)